FRAGMENTOS DE LA SERPIENTE EN EL LAGO.
Jorge Hinestroza.
Valencia, 24 de Noviembre de 2025.
A continuación presento el capítulo 9 titulado El Tablazo, ruptura de la tradición toponímica, desalojos compulsivos y destrucción del hábitat costero, correspondiente a mi obra La serpiente en el Lago, transformaciones históricas ambientales de la comunidad pesquera El Hornito, Estado Zulia.
Junto a este capítulo final se acompaña la totalidad de las conclusiones de la mencionada obra.
CAPITULO 9. EL TABLAZO: RUPTURA DE LA TRADICIÓN TOPONÍMICA, DESALOJOS COMPULSIVOS Y DESTRUCCIÓN DEL HÁBITAT COSTERO.
El 22 de julio de 1966 fue un día decisivo para la historia de El Hornito. En esa fecha se avanzó un paso estrechamente ligado al destino de la pequeña aldea. El cambio histórico que involucraría irremediablemente a todos y cada uno de sus habitantes debido a la magnitud de la violencia que se volcaría sobre ellos a la vuelta de unos años, deja perplejo al observador en la proporción en que las víctimas futuras ignoraban la significación aciaga del mencionado día, cuando, seguramente, se encontraban envueltos en sus faenas pesqueras en el Lago de Maracaibo, mientras el Presidente de la República Dr. Raúl Leoni decretaba la afectación de sus tierras para la instalación de un complejo industrial.
Aún en el supuesto de que los habitantes de El Hornito hubiesen accedido a la información pública de la Gaceta Oficial de la República, sobre la "(...) instalación que comprenderá la manufactura de hidrocarburos en productos petroquímicos, así como su refinación", según menciona el citado decreto, los horniteros no hubieran podido darse por enterados de que la zona declarada especialmente afectada para la instalación del Complejo Industrial, "la correspondiente a una extensión de terreno denominada "El Tablazo" de propiedad particular y a las bienechurias en ellas existentes (...)" , se refería al área de su propio pueblo, sencillamente, porque tal denominación de "El Tablazo" no correspondía a ninguna localidad ubicada en jurisdicción del Municipio Altagracia, Distrito Miranda, hasta ese año.
Ninguna propiedad particular "(...) con una superficie aproximada de ochocientas cuarenta y ocho hectáreas (848 ha) (...) (estaba)... comprendida dentro de los puntos cuyas coordenadas se dan a continuación:
A - 10º 46' 29,292" 71º 32' 38,229"
B - 10º 46' 32,247" 71º 30' 24,598"
C - 10º 45' 10,883" 71º 30' 24,524"
D - 10º 45' 10,792" 71º 32' 02,109"
E - 10 45' 46,312" 71º 32' 46,224"
se encontraba en el terreno descrito, bajo esa denominación.
El hecho cierto fue que la existencia de una comunidad humana estable, asentada allí por muchos años y reconocida como un importante asentamiento pesquero y agrícola local, como lo atestiguan las menciones de "El Teñidero" por José Ignacio Arocha hacia 1894: "Caserío de 68 v. y 69 h; total 137 vecinos, casas 24. Está situado en la parroquia Altagracia, Distrito Miranda" , la inclusión de "El Hornito" como uno de los puertos pesqueros entre los 13 mas importantes del Zulia hacia 1946, según la lista que ofrece Ceferino Alegría, para 1945 ; o la mención de "El Horno" por Christian Oldenburg, junto a otras poblaciones del "Camino de la Costa del Pescado".
Pero mas contundente aún, es la fácil ubicación cartográfica de "El Hornito" en la Carta Hoja Nº 5848 Escala 1:100.000, de la Dirección Cartográfica Nacional.
Por otro lado, debemos señalar que tras siglos de tradición toponímica, "El Tablazo" es la denominación de la rada o bahía situada al norte de Punta de Palma que Arocha describe como bajos formados por la acumulación de las arenas que las corrientes del lago arrastran hasta allí, donde son detenidas por las corrientes de las aguas ““en llenante”” que viven de la bahía; estos bajos quedan al Norte de Punta de Palmas.
El mencionado Arocha, reseña "El Tablazo" como un caserío de 36 casas y 226 habitantes, "situado en territorio de la parroquia Democracia, Distrito Miranda" y también "Tablazo" vecindario situado en la parroquia Santa Rita, Distrito Bolívar; ambos casos alejados del indicado Municipio Altagracia, donde se ubicaría el complejo industrial petroquímico.
Obviamente el referido Decreto 587 del Presidente Leoni conllevó a una arbitraria distorsión toponímica que sometió a El Hornito a un proceso de desvalorización socio-cultural ““podríamos decir, etnocida”” que amenazó la identidad geográfica del pueblo, al desconocer su identidad como comunidad localmente reconocida.
La localización de la Petroquímica en El Hornito fue, por supuesto, un proceso deliberado y consciente, e implicó “desde el momento mismo de acuñar la denominación de "El Tablazo" “ el propósito de ignorar la existencia de la población, intentando allanar, quizás, ciertos obstáculos que debe vencer cualquier proceso de expropiación que involucra el desalojo forzoso de poblaciones humanas.
De manera que, a partir de esa época, El Hornito comenzó a escuchar que se había "rebautizado" el lugar de su propia historia con otra nueva denominación. En las referencias oficiales a la zona de ubicación de la petroquímica jamás hubo asomo de la existencia histórica de esta comunidad; por el contrario, se mantuvo una actitud constante de parte de la Petroquímica que intentaba obviar dicha realidad, posición que trató de mantener hasta fecha reciente.
En 1970, el órgano Oficial del Instituto Venezolano de Petroquímica, editado por la Oficina de Relaciones Públicas, a cargo del Lic. Luis Eloy Gamez, se refería al área de El Tablazo como un espacio deshabitado:
Y de El Tablazo. ¿Qué se sabía? ““Comienza un párrafo de un artículo de "Petroquímica"““, muy poco. La imagen que se tenía no era muy clara. Se había colocado la primera piedra, pero a ese acto simbólico se reducía todo. Era lo que podía llamarse una extensa área cubierta de maleza.
En 1973, un vistoso folleto a todo color preparado por el IVP impreso en la Litografía Selecolor, cuya presentación dice: "Este folleto está destinado a proporcionar información suscinta de los objetivos, del estado actual de los estudios y obras, así como de las proyecciones socio-económicas del Complejo Petroquímico de El Tablazo, cuyo proyecto, concepción y realización han estado bajo la responsabilidad del Instituto Venezolano de Petroquímica, bajo el título "Ubicación", dice:
Por sus especiales características y conveniente ubicación fue acogida para la construcción del Complejo Petroquímico de El Tablazo, una extensión de 848 hectáreas, al norte de Altagracia, capital del Distrito Miranda, en la Costa Oriental del Lago, frente a Maracaibo.
La zona tiene un área suficiente que permite no solo la ampliación de las plantas ya previstas, sino la construcción de otras que pueden erigirse en el futuro.
En los mapas, planos y fotografías aéreas que presenta el mencionado folleto, ni siquiera como referencia topográfica se ubica El Hornito.
Mapa # 4
Especialmente elocuentes son las fotografías aéreas que aparecen con los subtítulos "Hoy" y "Ayer". La foto "Ayer" reza lo siguiente: "Vista general de El Tablazo en 1968 antes deluego de esta página vienen las forografias nº 1 y 2 comenzarse la construcción del Complejo Petroquímico. Entonces solo era una gran extensión desértica.
Mas adelante, la fotografía que acompaña los textos sobre el dragado realizado para la construcción del terminal portuario presentan evidencias notables de un caserío alineado en la orilla de la playa, justo en la parte frontal de área de descarga del material de desecho producido por las operaciones.
"Area suficiente" para la "ampliación", "extensa área cubierta de maleza", y "solo una gran extensión desértica" son cognomentos desvalorizadores de una realidad histórica humana presente a la que entonces se pretendió ignorar, comenzando por romper la tradición toponímica.
Es probable que en el proceso del impacto histórico-ambiental que sufrió la comunidad El Hornito, a partir del segundo semestre de 1968, después de haberse dictado el decreto presidencial Nº 1066 del primero de marzo de ese año, también firmado por Raúl Leoni "por el cual se autoriza al Instituto Venezolano de Petroquímica (...) para ocupar la extensión del terreno denominado "El Tablazo" (...)" , se encuentre la clave para comprender el sentido del fenómeno que estamos analizando.
La instalación y desarrollo del Complejo Petroquímico El Tablazo, causó diferentes impresiones entre la población, y la percepción misma de los fenómenos que trajo "El gigante de América" ““como es presentado este complejo en la publicidad oficial”” a la pequeña población de El Hornito, tuvo diversas facetas, según se fueron presentando sus manifestaciones y según las características de los observadores y puntos de vista.
En lo que no ha habido disparidades es en el carácter sorpresivo e inminente de los acontecimientos y sus consecuencias. Quizá la sensación inicial mas honda de los horniteros, al presenciar la llegada de la petroquímica, fue la perplejidad, dadas la violencia y humillación combinadas con espectativas de mejoramiento material que , al parecer, todo esto representaba.
Lola Manzano ““Dolores del Carmen Manzano de Reverol, hornitera”” esposa de Ricardo Reverol, resume con precisión el doble sentido de pérdida e ilusiones que causó la instalación del complejo:
(...) vinieron y, cuando dijeron: ¡ay! ¡van a traer a la petroquímica pa'cá!, bueno, está muy bueno, porque los muchachos no tienen trabajo y esto... ahí van a trabajar; pero cuando percatamos nos tenían...¡nos hundieron!
Cuando amaneció Dios, nosotros teníamos una... ¿Cómo es que se llama eso? ¡Una draga, dos dragas, dragando, y yo: ¡Bueno! y esto ¿que es? ¿Qué nos están haciendo? ¡Nos están cegando la playa! y entonces nos bajamos pa' la playa. ¡Eso no lo hizo parar nadie!
Waldo Sánchez, agricultor y pescador ““uno de los hijos de Filinto Chiquito”” quien cumplió un año de edad en el trayecto que hizo a pie su familia desde Paraguaná hasta el Zulia, hacia 1925, expresa la dualidad de la situación que causó, en 1968 el comienzo de los trabajos de la instalación de la Petroquímica:
Le voy a decir... yo fui el primer desalojado de la petroquímica (..)
En el sesenta y ocho (...) llegó una comisión, caraqueños, Campos Rubio: que me iban a dar trabajo, que desalojara la casita ““¡el primero!”” fue conmigo, y todos los que estuvieran sin trabajo por ahí y tal (...) Cuando ese entonces estabamos "ladrando" como hablamos criollamente: si chico, ¿cuando quieres que te desocupe? (preguntó) ¡Mañana! ¡Mañana! (respondió) si, pero ¿tan rápido? (replicó). Sí, sí (asintió).
Vamos a ver para donde nos vamos (a vivir)... Fue un 23 de o un 11 de Octubre víspera de un día festivo.
Nelly Chiquito tiene un vivo recuerdo del momento en que ““porque "Alguien venía"““ había que irse del sitio en el que vivía con su familia:
Lo que recuerdo fue el día en que mi abuelo (Filinto) dijo: "hay que tumbar todo, por que pa' la tarde no podemos estar aquí". Mi papá no estaba ¿no?. Mi papá andaba trabajando (...) llegaba en la tarde y yo veía como mis tíos estaban desclavando todo, quitando todo, veía como iban desintegrando mi casa (...) y en mi mente no entendía porque no se hacía otra cosa, por qué teníamos nosotros que recoger los "peroles" porque venía alguien; y una de las cosas de yo no olvido es la cara de mi papá cuando llegó a las cuatro y media de la tarde, o sea, ya atardeciendo, el sol bajito, que el llegó y dijo: pero bueno, ¿qué es lo que pasa aquí? (...). Una experiencia que yo no olvido. Esa noche estuvimos como hasta las ocho de la noche "danzando", consiguiendo una casa para dormir, esa noche, nosotros (los niños), atrás de papá "con el morralito al hombro".
Los anteriores testimonios, que involucran a tres hogares diferentes, manifiestan la llegada de la petroquímica como un acontecimiento que trastocaba su vida, sin opciones. De hecho, todo el movimiento inusitado que aparecía ante los ojos de la población con la presencia de gente extraña, vehículos, grandes maquinarias, equipos de medición, rumores masivos con mil versiones; irrumpió en El Hornito, sacándolo del prolongado aletargamiento aldeano en que se encontraba después de varios siglos de serenidad rural.
Algunas señales venían dando aviso del "cambio de los tiempos", sin que alertarán con claridad a los pobladores de la profundidad de las transformaciones que iban a ocurrir en su entorno.
De pronto veíamos que llegaba una lancha por allá, colocaba un poco de banderas... ¿Qué será eso chico?, unas banderas rojas y blancas (...) veíamos las banderas pegadas a los manglares que estaban por allá, por que Julio Medina (...).
Veía reuniones ahí en la playa... llegaban unos señores ahí (...) esos señores se reunían con los mayores (...).
relata su versión de cuando era un niño Hérico Manzano, hijo de pescadores.
Yo contenta veía como estaban limpiando el fondo de mi casa con unos grandes camiones y unas máquinas grandes, grandes (...)
refiere también sus recuerdos Iraida Sánchez.
Esto lo van a comprar, esto lo van a hacer un campo de aviación, bueno. Después que ya lo hicieron todo esto, que marcaron esto, bueno, quedó paralizado eso. (...) Ahí mismo la topografía, marcando y poniendo puntos (...). Pero, ¡Era montaña!, ¡un monte virgen! (...) y así siguieron viniendo cosas así, raras, pues.
relata José Medina, conocido comúnmente en el pueblo como "moñito".
Desalojos compulsivos, ejecutados con apoyo de la Guardia Nacional, destrucción de viviendas y fundos agropecuarios, junto con anuncio de empleo para todos; todo conformó un cuadro de transtornos de la vida aldeana, que ninguno de los horniteros esperaba.
Unos quince años atrás, la comunidad hornitera había presenciado la destrucción de las comunidades vecinas El Caimito y El Aceituno, dos pueblos situados hasta 1953, al norte El Hornito, los cuales habían sido "borrados" de la costa, para dar paso a la instalación del terminal petrolero Puerto Miranda de la compañía Shell.
Christian Oldenburg, historiador de los Puertos de Altagracia , quien pudo observar de cerca lo que pasó, relata en su obra la desaparición de estos pueblos y analiza la significación social de este acontecimiento, que no duda en señalar como funesto.
Al respecto Oldenburg señala lo que, para él, representó un acto inhumano; según sus palabras:
(...) la construcción del Puerto Miranda ocasionó un desalojo masivo y funesto. Dos de los varios caseríos pesqueros aladaños [sic] El Caimito y El Aceituno, fueron comprados y arrasados, presentándose un serio caso de no prevista magnitud y menos remediado por los responsables como debía haber sido.
El historiador de Los Puertos, denuncia la indolencia del Gobierno y de la empresa extranjera ante el destino de las personas expulsadas de sus tierras.
¿Qué les importaba al Gobierno y a la empresa de la factoría en fundación la suerte de centenares de personas que en éxodo obligado y sin rumbo se dispersaron?
Junto al sentido humano de la denuncia y condena de este desalojo, Oldenburg indicó la importancia de la pesquería para estos pueblos.
¿Qué les importaba esa diáspora y la desaparición de una fuente de vida propia, popular, humilde, defectuosa, pero necesaria, humana, respetable y digna de protección o mejoramiento?
La historia devela el contraste permanente entre el discurso de "progreso", la "defensa del interés de la nación y el bienestar popular" y las realidades que acontecen a las comunidades populares, víctimas del desarrollo de planes económicos realizados a su costa. No otra cosa, expresa Oldenburg, cuando afirma que:
Si es verdad que imposiciones del progreso y del beneficio económico de la nación requerían la fundación de ese puerto internacional, ello se debe admitir, pero el progreso y menos la conveniencia de poderosas especulaciones imperialistas consentidas, no deben destruir recursos vitales, reproductivos, inminentes, para imponerse, sino darles lugar, incrementarlos y asegurar su existencia...
Por último, el autor citado reclama las previsiones que debieron aplicarse para compensar el desalojo:
A los moradores de esos caseríos se les podía haber asentado en un lugar apropiado a sus condiciones de vida, bajo un plan de adelanto social, económico, eficiente, con práctica moderna del oficio y desarrollo de la industria pesquera.
El precedente de "Shell-Co-El Caimito-El Aceituno" estaba ya en la historia de los pueblos de la costa mirandina como una muestra reveladora de la naturaleza avasalladora, "omnipotente", de los designios "superiores" de aquello que quizás, un tanto oscuramente, se percibía en la mente como "Gobierno", identificado con toda claridad en el poder de las compañías petroleras extranjeras. De igual manera fue muestra del pacifismo de las poblaciones pesqueras, quienes, al parecer, no hicieron resistencia ante el desahucio de sus tierras, frente a
(...) una rica y extraña compañía (que) para hacer un puerto, compró tierras y caseríos, cercó centenares de kilómetros, desde las playas lacustres, hasta el cementerio de Sabaneta y allí acabó con las pesquerías y las plantaciones de coco, (...) consentida por el Concejo (Municipal), el Gobernador y un Ministro (...)
La impronta de la matriz económica petrolera que sustenta el proceso de organización espacial motorizado por la empresas monopolistas extranjeras en Venezuela, no solamente dejaba ver la incompatibilidad ambiental de la actividad rural-pesquera y la petrolera, sino también, la factura deshumanizada de sus procedimientos de "ordenación espacial" causantes de efectos traumáticos en la identidad socio-cultural y la autoestima de las comunidades humanas.
Probablemente, esta experiencia histórica, de haber observado la expulsión de caimiteros y aceituneros, y observar la instalación del Puerto Miranda, uno de los terminales petroleros mas grandes del hemisferio occidental, donde llegan a cargar crudo gigantescos supertanqueros desde el exterior, haya hecho reflexionar a los vecinos de El Hornito acerca de la minusvalía de las comunidades frente a la actuación de el Estado y las compañías petroleras.
Bajo diferentes modalidades y momentos, la población de El Hornito, también sería objeto del cercenamiento de su modo de vida, a partir de la instalación del Complejo Petroquímico El Tablazo, inicialmente promovido por el ente estatal Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP) con participación privada nacional y extranjera y luego, por el también ente público Petroquímica de Venezuela S.A. (PEQUIVEN) posteriormente afiliado al holding petrolero del Estado venezolano, Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), siempre con participación de capitales privados nacionales y extranjeros.
A finales de Enero de 1967, el Presidente de la República había anunciado públicamente la creación de "un gran complejo petroquímico". La reseña periodística de este hecho, indica que los estudios del Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP) habían arrojado como la mas conveniente ubicación para este complejo, al Distrito Miranda del Estado Zulia y que, específicamente se había escogido el sector denominado "Haticos del Norte" para este fin.
Durante ese año fue realizado el proceso de expropiación de trece fundos de El Hornito, afectados por el decreto 587 dictado por el mismo Presidente Leoni en 1966, resultando, de acuerdo a lo publicado en la prensa regional, un monto general a cancelar por el gobierno nacional de tres millones y medio de bolívares aproximadamente (Bs 3.493.925 con exactitud).
A una reclamación pública que anunciaba la impugnación del avalúo, por considerarlo "inconstitucional y arbitrario", según la opinión de los expropiados, la respuesta del IVP, cuyo vocero era el Dr. Guaicaipuro Martínez, señaló que el caso estaba finiquitado y que el Gobierno podía disponer cuando quisiera de esos terrenos en virtud de la decisión tomada por los tribunales respectivos a través





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